Una manzana deliciosa

–¿Está pasada? –dijo, mientras le daba la manzana mordida para que ella la probara.
–Mmm… a ver… –se oyó un mordisco– mmumm…uuhumm… No… Ni un poco –terminó de contestar la chica mientras masticaba.
–Entonces debe ser que mi nariz quedó impregnada con el aliento de la vieja que las vendía. Yo le sentí un gusto horrible a ésta, como de setas podridas entre agujas de pino y bosta. No me animo a terminarla… –el enano contuvo una arcada y salió corriendo hacia el minúsculo baño en el fondo.
–Bueno, dejámela, la termino yo… –la joven se encogió de hombros, restándole importancia a lo dicho por el enano– . Mmmm… es toda fragancia. Además, tiene un aspecto maravilloso, es bien roja, jugosa ¿Cómo pensás que puede estar podrida, Gruñón? –le dijo, gritándole un poco, intentando ser escuchada a través de la gruesa puerta de roble del baño.
–Me pareció, Blanca querida, ya te dije… agghh… la verruga de la nariz de la vieja… ¡Qué espantosa! –desde afuera del baño se pudo escuchar el ruido de algo volcándose en el agua del pozo de la letrina– . Además, en cuestión de gustos vos sos medio rara. Si no, fijate en el tipo ese…
–¡Silencio, ordinario! Es un príncipe, así que ¡callate! –lo reprendió la joven, terminando su reprimenda en forma de grito súbito, agudo e histérico– Siempre lográs que lo peor de mí salga afuera –se lamentó, pasado el momento de ira, medio sollozando.
–Algo de eso hizo esta manzana conmigo…
–Más que la manzana me parece que esta semana hubo demasiadas tortas con crema. Y, uno que yo sé, comió más de la cuenta… –el comentario sólo recibió silencio del otro lado de la puerta– ¿Gruñón, estás bien?
–¡Grrr, síííí, ya salgo! Ni vomitar en paz se puede… ¡Y no comí nada, porque tus tortas siempre me caen pesadas, peor que esta manzana! Bbleeerrggh… –se volvió a escuchar el ruido de líquidos volcándose sobre líquidos– ¡Aaahh!… Ya pasó. Al fin.
–Digas lo que digas, a mí me parece deliciosa, su jugo es casi néctar y pienso que tu paladar es un pozo ciego. Cada uno sabe cómo arruinarse la vida, Gruñón. Vos con tu temperamento bilioso envenenás la comida ¡Jijijí… bilioso… jijijí! –rió graciosamente Blancanieves y le pegó otro ávido mordisco a la manzana– Y ya sé que para la próxima voy a contar una persona menos a la hora de las tortas ¡Ni aunque quieras vas a poder lamer las miguitas! Se las voy a dar a los pájaros. O a los ratones, o…
–¡Bastaaaa Blancaaa….! Ya te voy a explicar qué se puede hacer con las miguitas –amenazó el enano mientras abría bruscamente la puerta del baño, dejando que se golpeara– . Primero las voy a… ¿Blanca…? ¡Blanca!
Blancanieves yacía en el piso, la piel del rostro azulada, babeando espuma por la comisura derecha de su hermosa boca. La manzana deliciosa, a medio comer, se hallaba a pocos centímetros de su mano crispada.
Gruñón no pudo dejar de asombrarse. La vieja le había dicho que el veneno iba a ser efectivo, pero él nunca creyó que tan rápido.

(Mayo de 2013) 
"Mi nombre es Blancanieves", Instalación de Gabriela Pino, 2011.
«Mi nombre es Blancanieves», Instalación de Gabriela Pino, 2011.